Nuestra vida se ha dislocado, es cierto, pero comparemos nuestra situación de 2020 con la de 1918, por ejemplo. Ahora sabemos dónde están todos nuestros seres queridos, podemos contactar con ellos en cualquier momento, nos hablamos, nos vemos, y compartimos en tiempo real nuestra situación, nuestros sentimientos, nuestras angustias y esperanzas. Estamos aislados físicamente, pero no moralmente.