Hace poco más de un año compré en la benemérita cuesta de Moyano una vieja edición en cuarto, de Aguilar, en dos tomos de papel biblia y pasta flexible, de la magna "Historia de Roma" de Theodor Mommsen. La comodidad de los volúmenes les ha hecho ideales durante este tiempo para ser compañeros habituales de mis viajes.
En 1902 Mommsen recibió el segundo premio Nobel de Literatura. Era posiblemente el mayor erudito de su tiempo en su materia, con un ingente dominio de las ramas arqueológica, filológica y filosófica del mundo romano. Conocía todas las fuentes, todas las opiniones, todos los elementos. Escogió en su obra cubrir desde los pueblos itálicos anteriores a la fundación de Roma hasta las vísperas de la conjura final contra César que acabó con su vida. Por este motivo, su historia es muy complementaria con el otro gran clásico, Gibbon y su "Fall and decline of the Roman Empire" que hace unos años tuve la suerte de adquirir en Boston, y que también fue compañero de innumerables cabinas y vagones. La eficiencia de Amazon la pone hoy a nuestro alcance, también en español en las excelentes ediciones de Turner, quien por cierto, también ha reeditado a Mommsen.
La principal enseñanza que he obtenido de estas 2500 páginas es muy sencilla. Cada época tiene en común con las precedentes y seguro que también con las posteriores la misma sensación de fin de los tiempos, de que los valores están perdidos, de que los hombres de verdad se extinguieron, de que se vive en una edad decadente y peor, que todo está perdido y sin remedio. Pero el mundo sigue. También que siempre hay aspectos que mejorar y hombres dispuestos a ello. Mas no deben disuadirnos del participar en la lucha los amargos fines de los Gracos, de César, Catón o Bruto. La razón para continuar siguiendo a Epicuro y tratar de vivir escondido es que el cambio en las instituciones no cambia el corazón de los hombres, y es ese el origen de todos los males sociales. Y por último, un aviso para el futuro. Todo cambia y todo vuelve, es cierto. Y unas veces la noria está arriba y otras abajo. Pero podemos distinguir los tiempos turbios, ajenos a la luz y el aire puro, en el desprecio colectivo por los valores fuertes, disciplina, esfuerzo, valor, tesón, y la consideración que en su lugar tiene todo lo muelle, fácil y carente de compromiso y coraje.
En todo caso, no hay nada nuevo bajo el sol.
Marzo de 2013.